lunes, 12 de noviembre de 2012

MALETA PERDIDA... AIRES NUEVOS


Hace un par de semanas al volver de contar por Extremadura, me bajé del autobús y para mi sorpresa mi maleta no ya estaba.
Pasado el primer momento de incertidumbre, de desconcierto y de tratar de entender la situación, fui a la ventanilla de la compañía de transportes para ver cuáles eran los pasos a seguir por si, habiendo una confusión de algún pasajero,  la maleta hacía una satisfactoria reaparición en mi vida.

Cuando pasados unos cuantos días la maleta se declara claramente desaparecida, empiezo a recordar que cosas había en ella que hubiera que sustituir prioritariamente. Allí estaba la ropa de la vida entremezclada con la ropa de contar y con el kit de contar, que por primera vez viajaba en la maleta y no en mi bolso de mano. En estas estaba cuando recibo un mail de una bibliotecaria diciéndome que me había dejado mi pañuelo de contar en la biblioteca. Cosas del destino, claramente la pérdida había empezado con un olvido en una estantería de la biblioteca, para continuar con la desaparición de la maleta.
Mirando un poco hacia atrás hace un tiempo que mi reloj de bolsillo comprado en el pueblo de mi abuelo Giuseppe, que usaba para contar, había dejado de funcionar. Ahora veo esto como un primer anuncio de “algo hay que revisar”, además de ver si algún relojero me lo limpia para que vuelva a funcionar ya sea para medir el tiempo de las sesiones o para acompañarme en las horas de mi vida.

Este fin de semana, viendo que no hay necesidad de una sustitución inmediata, porque no hay sesiones en los próximos meses, me doy cuenta que ya era hora de revisar un poco esas cosas que se perdieron con la maleta.
Paralelamente a esto me puse a ver algunos videos de sesiones que tenía grabadas para medir tres cuentos de 15 minutos que presentaré en una sala de micro -teatro en Santiago de Compostela  algunos días de este mes de noviembre.
Mirando videos del último año, revisando mentalmente el material perdido y encontrándome con viejos videos de cuando aún era un joven contador de historias, empecé a pensar en varias cosas.

Por un lado que renovarse es vivir y que puede que estuviera demasiado perdido más que encontrado en un laberinto que yo mismo había construido.
Entonces lo primero fue pensar si el naranja de mis camisas para contar sigue siendo el color adecuado o ya es hora de ir buscando otro.

Por otro lado aparecieron unos pequeños tapices de mola (una técnica que según parece es colombiana) que me hicieron sacar el costurero y ponerme a coser para fabricar mi nueva bolsita de los objetos de contar, que ya veremos cuáles son en esta nueva etapa.

Una renovación completa en medio de mi nueva búsqueda de la performance de evocación oral, de la cual se perdieron solo los zapatos que eran de algún modo el punto de encuentro entre mi nueva búsqueda y el transito anterior. Evidentemente los zapatos de ambas cosas no pueden ser los mismos,  está claro y habrá que ponerse a buscar dos pares, uno para cada camino ya que son terrenos diferentes.

Mirando las variadas listas de historias para contar, guardadas en libretas y en el ordenador, confirmo que en cada época las historias ocupan un lugar distinto en las listas. Algunas veces son la estrella de la lista, otras son historias a revisar, otras a desechar (aunque luego vuelvan a tener un lugar de privilegio) y algunas ya no sé ni de que iban y fueron muriendo solas. Seguramente contaban algo en su momento que ya no está dentro de mi discurso interno a compartir.
Al ver viejos videos vi las primeras versiones de algunas historias que aún conservo en el repertorio y que forman parte de las primeras de la lista actual. En esas primeras veces se ve el desparpajo de lo nuevo, de lo improvisado, esa sensación de que es la historia quien domina al narrador y no el narrador a la historia. Esto me lleva a pensar que no es bueno ni  tanto ni tan poco. Que en esas versiones las historias están claramente inacabadas, pero que cuando están demasiado acabadas deben reposar un poco para no perder cierto grado de frescura y de sorpresa.  De algún modo también veo que esta extraña realidad de ir achicando el repertorio con el paso del tiempo no es casualidad, que las historias que perduran crecen, cobran otro sentido, tienen su gracia en los matices y que da gusto contarlas porque con el tiempo se han completado y a pesar de estar supuestamente acabadas están siempre dispuestas a hacer un giro inesperado y cambiar el sentido sin perder la esencia.

Salir a mirar escaparates y mirar las viejas listas me hace revisar un oficio que llevo desarrollando hace unos veintidós años y que me pide que lo mire desde un nuevo punto de vista, ahora que ya me voy haciendo mayor, que ya tengo siete sobrinos nietos, que solo quedan un par de personas de la generación de mis padres en la familia y que busco nuevas propuestas para entablar una nueva manera de comunicarme con el público.

Mientras veo que hago con mi último trabajo “MALETA CUATRO ESTACIONES – performance de evocación oral” e investigo el camino de la performance oral. Mientras sigo buscando en mi interior historias que puedan pasar al papel para convertirse en libros. Las cosas que de pronto desaparecen de mi vida en lo tangible me llevan a revisar mi relación con el arte de contar historias de viva voz, un arte intangible que me ha dado grandes satisfacciones y que seguramente tendré que renovar para que me las siga dando.

Estoy seguro que cada cosa sucederá cuando tenga que suceder mientras vuelvo por segunda vez en este año a mi trabajo de actor, antes con la compañía La Carátula y ahora con la compañía Berrobamban, que me acogió como director en mi llegada a Galicia y que hoy me devuelve los nervios de volver a subirme al escenario para volver a mi orígenes teatrales de actor de teatro para público infantil.

La vida da muchas vueltas hay que tener las manos firmes dispuestas a mover el volante y bien puesto el cinturón de seguridad, por si las moscas.