martes, 26 de abril de 2011

Una persona con consciencia escénica

“Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral. Sin embargo, cuando hablamos de teatro no queremos decir exactamente eso. Telones rojos, focos, verso libre, risa, oscuridad, se superponen confusamente en una desordenada imagen que se expresa con una palabra útil para muchas cosas…. “ Esto y muchas cosas más dice Peter Brook en su libro EL ESPACIO VACÍO.
Esto vino hoy a mi cabeza mientras veía dos cortos de danza contemporánea en la plaza de Cervantes en Santiago de Compostela. Tanto Helen Bertels como David Loria generaron, cada uno en su solo, un espacio escénico y un acto teatral. Los turistas, los paseantes, los oficinistas, la señora con su carro de la compra y un sin fín de personas atravesaron ese espacio, mientras los intérpretes estaban sumergidos en su representación. Algunos, inconscientes de formar parte de un hecho artístico, pasaban con sus cuerpos relajados, con su destino bien marcado, con una involuntaria tranquilidad ante el espectador. Sin embargo otros, muy molestos, o no tanto, por ver interrumpido su camino habitual o el deseado en ese momento, atravesaban ese escenario con cierta intranquilidad que les generaba el ser observados.
Curiosamente los yonquis habituales de dicha plaza, respetaban el espacio escénico desde lo físico, marcando un límite que no se debía atravesar, a pesar de su activa participación con comentarios y aplausos fuera de lugar (visto desde el punto de vista de un público culto asistente a un acto cultural y no desde el mio)
Desde que empecé a contar historias aparece la inevitable pregunta: ¿Interpreta un personaje la persona que cuenta historias?
Hace poco tiempo he llegado a la conclusión que la persona que cuenta no interpreta un personaje sino que es una persona que se encuentra con el público en un estado de consciencia escénica. Digamos que es como estos paseantes que atravesaban la escena sabiendo que eran mirados y que sentían cierto gusanillo interior que los hacía reaccionar de una manera diferente a la que reaccionan en su habitual paso por la plaza de Cervantes.
Claro que el narrador es un paseante profesional, a quien esta situación de estar expuesto ante un público no le resulta casual ni inesperada, por lo cual es parte de su tarea de formación profesional trabajar ese estado de consciencia escénica que luego podrá aplicar a cualquier espacio donde desarrolle su arte. Porque, como dice Peter Brook: “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo. Un hombre camina por este espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral….”