viernes, 23 de julio de 2010

contar desde el siencio

Muchas veces pienso en el silencio en el arte de contar de viva voz y me aparecen diferente imágenes.
Las personas pequeñas acompañadas por personas adultas que se quedan al fondo de la sala para comentar sus cosas.
El personal docente pidiendo silencio a voz en grito.
Las cafeteras y las maquinas de hielo o de tabaco en los bares.
La banda de música que estaba programada a la misma hora que mi sesion de cuentos en la feria del libro infantil y juvenil de Buenos Aires, justo en el stand de al lado de donde tenía que contar.
Pienso en el silencio y solo me viene imágenes de ruido. Curioso ¿no?
Pero más allá de los ruidos externos con los que invevitablemente nos encontramos una y otra vez en cada ocasión que vamos a contar a algún lugar, me viene a la cabeza el ruido interior de la persona que cuenta.
Vivimos en un mundo lleno de ruidos que nos rodean y que opacan nuestro silencio.
Vamos en el coche, en el bus o en el tren, pensando en hacienda, en la comida de la familia, en el último mail que recibi pidiendo que ajuste el presupuesto de unas sesiones, en algún familiar que no esta bien. De pronto nos asaltan preguntas como ¿habré apagado el gas? ¿cerré la puerta con llave? ¿devolví la peli a video club?
Y así, con la cabeza llena de pensamientos que nos hacen ruido llegamos al lugar de la sesión y la persona encargada del evento nos recibe y nos cuenta cosas (que no siempre son inherentes a la tarea), nos encontramos con amigos que hace tiempo no vemos y se alegran tanto que no paran de hablar, etc, etc, etc.
Entonces llega el momento de la sesión y empezamos a contar con la cabeza llena de sonidos de todo tipo. Claro que para poder hacerlo estimulamos o incluso exigimos el silencio de los asistentes.
A estas alturas pienso que lo primero es encontrar el silencio propio, quitar de la cabeza todas aquellas cosas que nos hacen ruido, despejarla para que las historias tengan su propia sonoridad, sin interferencias de ningún tipo.
Quizas, si contamos desde el silencio las palabras salen más suaves, mas tranquilas, mas relajadas y poco a poco nuestro silencio se apodera del lugar, llega a los demas y limpia un poco esos ruidos con los que cada una de las personas presentes vino de su casa.
Ahora me quedo en casa, apago la música, apago el ordenador, y escucho el suave sonido del silencio que me rodea (que es un poco ruidoso, pero silencio al fin)
Shhhh

martes, 20 de julio de 2010

contar y escuchar historias es bueno

Aquí me encuentro en el año 2010, comienzos del siglo XXI, hablando del arte de contar historias, como si esto fuera una novedad en tiempos de la pos post modernidad.
No puedo evitar que vengan a mi cabeza imágenes de otros tiempos: la tribu, el círculo, el fuego; o bien, una mecedora un abuelo o una abuela, un grupo de niños escuchando y los recuerdos de un pasado transmitido a través de la palabra hablada. Lamentablemente no he tenido la suerte de haber vivido ninguna de estas experiencias, pero no puedo obviar esos referentes que pertenecen a la memoria colectiva.
El arte de contar historias, en estos últimos años, ha encontrado distintos espacios en el que estar presente con objetivos de lo más variados, desde recuperar la tradición oral de los pueblos, hasta acercar a las personas de todas las edades a la literatura.
Cono toda expresión artística que se precie de tal, el arte de contar historias, tiene sus propios códigos y objetivos. Por este motivo, antes de meterme en las posibilidades que ofrece esa actividad a los efectos de ser usada como recurso, según nuestros intereses particulares, analizaré las características y propiedades que lleva en sus entrañas esta forma de expresión.
Una persona cuenta una historia a quienes quieran escuchar para exorcizar los temores, justificar o entender el origen de las cosas, prepararse para lo desconocido, transferir conocimientos, iniciar en le camino de la sabiduría o simplemente comercializar productos.
Si miramos el arte de contar historias desde el hecho social podemos hablar de conservar la memoria de los pueblos, para que no se pierdan las raíces, las costumbres y forma de relacionarse con la vida propio y de los otros habitantes de dicha comunidad. Si lo miramos desde el ámbito familiar podemos hablar del encuentro desde vínculos afectivos claros y directos, de herencia de la memoria, de contar para que no se olvide y se pueda crecer a través de la experiencia vivida en tiempos pasados.
Si centramos nuestra mirada en el hecho de contar historias podemos hablar de un viaje, en este quien cuanta es el guía que conduce al grupo por caminos a explorar.
Todos subidos al autobús recorreremos el mismo camino, pero cada quien lo transitará según sus necesidades. Hay quien mirará por la ventanilla todo, sin perder detalle; quien se quede dormido; quien lea una revista; quien pregunta todo…etc.
Quien lleva al grupo invita al viaje, a recorrer los paisajes, a reconocerse en lo conocido y sorprenderse con lo desconocido y escucha las inquietudes de los viajeros, sabiendo que cada viajero hace su propio viaje.
Si miramos el hecho de contar historias sin metáforas de por medio vemos un grupo de personas sentadas en círculo o semicírculo disfrutan de las historias que alguien cuenta, tal como fueron los hechos que este vio, vivió o le contaron, pasado por el filtro de su punto de vista, su manera particular de ver la vida.
Entonces hablamos de un especio físico, donde se junta esta gente para desarrollar la tarea. Quien cuenta recuerda los hechos y los comparte con quienes le escuchan, por lo que estamos hablando de la evocación y comunicación.
En esta comunicación hay un espacio histórico construido por quien cuenta en complicidad con el auditorio, de la escucha de ambas partes depende que la historia llegue a buen puerto.
La experiencia del tiempo compartido para evocar momentos pasados es lo que mantiene unidos a los participantes de esta ceremonia.
Contar y escuchar historias es un placer compartido y eso es bueno, no hace falta más objetivos para justificar el hecho de encontrarse en la ceremonia de la palabra hablada, de la historia transitada, la fiesta de la memoria.
Me parece importante experimentar el arte de contar historias si más expectativas que las propias de este arte para luego tratar de encontrar otros objetivos propios de la actividad en la que se quiera insertar esta expresión de comunicación.
Contar y escuchar historias es bueno.

martes, 13 de julio de 2010

de un oficio a otro

Algunas veces me pongo a pensar sobre el arte de contar historias como un oficio y me aparecen algunas preguntas. Entonces me pongo a ver otros oficios para encontrar respuestas, quizás porque es mas fácil ver las cosas desde fuera o tal vez porque no encuentro las respuestas en el propio oficio.
Espiando otros oficios me doy cuenta que en general el aspirante a convertirse en una persona formada empieza como aprendiz, al lado de alguien experimentado y aprende poco a poco las destrezas que finalmente le permitirán desarrollar la tarea con absoluto conocimiento del tema.
Los carpinteros primero aprenden a elegir la herramienta adecuada y utilizarla con destreza para trabajar la madera y un día, después de cierto tiempo, hacen un taburete o una estantería o una mesa y luego van poco a poco adentrándose en la construcción de objetos mas complejos.
Por otro lado todos los carpinteros tienen en común que trabajan con madera y si uno quiere una mesa de hierro no se la pide a un carpintero sino a un herrero.
Si un día, por esas cosas de la vida, una persona cualquiera después de ver un programa de bricolaje en el que enseñan a hacer una estantería decide hacer una para su casa (parece tan fácil que es inevitable la tentación) lo primero que hace es entrar en la pagina web del programa para ver que cosas necesita. Con el plano de las maderas se va a una de estas grandes superficies que tienen de todo y compra la madera adecuada según las indicaciones, la cola, las puntas... todos los ingredientes necesario para hacer dicha estantería.
Cuando llega a su casa, con el entusiasmo propio de lo nuevo, decide ponerse manos a la obra, pero olvidó un detalle... en su casa no tiene herramientas. Si compra todas las herramientas necesarias la estantería le sale cuatro veces mas cara que cualquier estantería ya hecha. Es ese el momento donde el carpintero aficionado descubre que hacer una estantería es una tarea que parece sencilla pero no lo es tanto, que hay que tener y saber manejar esas herramientas y que la persona que conduce el programa no es un siempre señor que un día hizo una estantería, ni una ama de casa que en sus ratos libres se dedica a hacer cositas para que su casa sea funcional y quede bonita.
Muchas veces cuando acabamos una sesión de cuentos para público familiar, alguien se nos acerca y nos dice - "yo le cuento cuentos a mis niños en casa y les encanta ¿cómo puedo hacer para contar en la bibliotecas?"
Yo, que no soy de desanimar a la gente así porque sí, comento - "yo hago una tarta de zanahorias muy rica, que mis familiares y amigos saborean y les encanta ¿cómo puedo hacer para abrir una pastelería?"
La persona en cuestión se me queda mirando y en algunos casos hasta sonríe.
Yo me voy del lugar de la sesión pensando que hice un buen trabajo, porque al público le pareció tan sencilla la tarea que piensa que cualquiera puede construir la mesa, las sillas, preparar la tarta y compartir una buena merienda con el público.
Bon apettit